Imagen de un feto de 12 semanas
Estos últimos días se han venido
publicando multitud de noticias, comentarios, opiniones, en todos los medios de
comunicación, sobre la futura (no me atrevo a calificarla de inminente) reforma
de la Ley del Aborto. Por supuesto, en este debate, que no puede calificarse
precisamente de limpio, la izquierda española vuelve a utilizar el cómodo
recurso de “airear apolillados fantasmas anticlericales sin fundarse en
argumentos racionales”, como recuerda Alejandro Navas (http://www.aceprensa.com/articles/gobernar-al-gusto-de-los-obispos/).
Entre tanta opinión he leído con
interés el post que Augusto Kleppenbach publica en su Blog de Publico.es (http://blogs.publico.es/otrasmiradas/707/filosofia-del-aborto/).
Es bastante mesurado, y nos presenta de forma clara los argumentos de quienes
defienden el “derecho” de eliminar la vida humana en determinadas
circunstancias. Comienza diciendo: “Si fuera cierta la afirmación de los
antiabortistas militantes de que el embrión es un ser humano, sería verdad que
todo aborto es un delito. Ningún argumento podría justificar el asesinato de
una persona inocente. Pero es precisamente esa afirmación la que hay que
discutir.” Evidentemente, esta es la cuestión de fondo, primera y principal, en
este asunto. En ese punto se centra todo, por lo que el enfoque del post
empieza de manera correcta, precisa, acertada. Lástima que en seguida el autor
se ponga a hablar de los Obispos, haga juicios de intenciones, dé por
supuestas aparentes razones teológicas y descalifique, por ser un conglomerado
de ideas pseudo-religiosas, las opiniones contrarias a la suya.
De que está absolutamente fuera de lugar esgrimir la opinión de la Iglesia Católica para descalificar a quienes se muestran contrarios al aborto, dan muestra algunas opiniones de izquierdistas, de científicos y de no católicos, que nos recordaba hace poco el gran Vicente Morro:
“De hecho, es falso, y
un insulto contra la razón, considerar que el embrión humano es sólo un grupo
de células totipotentes” (COLE et alii. Lancet, I, 1040, 1990).
La batalla contra el
aborto y la eugenesia, contra el gesto más antifemenino que uno pueda imaginar
y contra el programa de mejora de la raza, es la frontera decisiva de nuestro
siglo.
(GIULIANO FERRARA,
director del diario Il Foglio)
Hay consenso en que el
aborto es un mal social que hay que evitar. Sin embargo, en los países en que
se ha liberalizado el aborto, éstos han aumentado. En EE.UU., en los primeros
10 años se triplicó y la cifra se mantiene … lo mismo sucedió en España. La legislación no puede
desconocer la realidad de la existencia de vida humana en su etapa de
gestación, tal como de manera evidente lo revela la ciencia. (…) es más adecuado buscar
una solución basada en la solidaridad que permita promocionar a la mujer y a su
criatura, otorgándole la libertad de poder optar por otras vías y, de esa
forma, salvar a los dos… hay que rodear a la mujer desamparada de la
indispensable protección solidaria, en vez de facilitarles el aborto.
(TABARÉ VÁZQUEZ,
expresidente socialista de Uruguay)
Me sorprende que los
laicos dejen a los creyentes el privilegio y el honor de afirmar que no se debe
matar. Ante todo, el derecho
fundamental del concebido, el derecho a nacer, sobre el cual, creo yo, no se
puede transigir. Es el mismo derecho en cuyo nombre soy contrario a la pena de
muerte. Una vez hay concepción,
el derecho del concebido sólo puede ser satisfecho dejándole nacer. … en el
caso del aborto hay un “otro” en el cuerpo de la mujer.
(NORBERTO BOBBIO,
filósofo socialista italiano)
Soy contrario a la
legalización del aborto porque la considero una legalización del homicidio. Que
la vida humana sea sagrada es obvio: es un principio anterior y más fuerte que
cualquier principio de la democracia. (P. P. PASOLINI, poeta
homosexual italiano)
Me parece tan claro como
el día que el aborto es un crimen. (GANDHI)
“El aborto es, básicamente, una muerte, un
asesinato.” (Tenzin Gyatso, actual Dalái Lama del budismo tibetano)
El hilo del discurso de Kleppenbach es
sencillo: “ningún laboratorio puede determinar el momento en que un ser
vivo empieza a gozar de la condición humana y por lo tanto ser sujeto de
derechos” , y por tanto “parece abusivo, suponer que las primeras semanas del
embarazo, cuando aún no han aparecido las notas morfológicas y funcionales
propias de la humanidad, se pueda hablar de un ser humano titular de todos los
derechos debidos a su condición. Así como tampoco se puede negar que una vez
terminado ese proceso estamos en presencia de una persona que goza de tales
derechos. El límite entre ambos momentos no consiste en un instante preciso
sino en un proceso gradual”.
Debe releerse con atención este
último párrafo, pues allí se contiene la principal contradicción de quienes
defienden que puede ser eliminado un ser humano en determinadas circunstancias.
Porque si, evidentemente, el “límite” que permite diferenciar una vida (de que
estamos en presencia de un ser vivo creo que no hay duda alguna para nadie) de
una vida humana, “no es un instante preciso, sino un proceso gradual”… ¿Cómo es
que entonces los partidarios del aborto se atreven a determinar un plazo
temporal dentro del cual sería legal acabar con esa vida humana incipiente?
Pienso que la contradicción es
palmaria, evidente y fácil de percibir. Y, en este sentido, cobra todo su
sentido aquella frase del profesor Jokin de Irala : “Quienes llaman «óvulo
fecundado» al embrión, deberían llamar «caja con componentes electrónicos» a la
televisión”.
Porque, como señala Livio Melina[1],
en la misma línea que expone Kleppenbach cuando habla del proceso gradual, “el
neo-concebido humano mantiene en cada fase evolutiva la unidad ontológica con
la fase precedente, sin solución de continuidad, sin saltos de cualidad y de
naturaleza (…) la gradualidad del proceso biológico está orientada
teleológicamente, según una finalidad ya presente en el zigoto (…) No se da un
estadio de desarrollo cualitativamente diverso o separado del proceso global
iniciado en el momento de la concepción”.
Por tanto, el avance que
experimentará la legislación española si se deroga la “Ley Aído”, que supone
una flagrante eliminación del principio básico de la sociedad humana de que ningún ser humano puede disponer a su antojo
de la vida de otro, habremos dado un paso de gigante en la defensa de los
derechos humanos, de la dignidad intrínseca de toda persona, pues, como afirma
–de nuevo- Jokin de Irala, “la defensa de la vida frente al aborto es una
manera de custodiar a seres humanos totalmente indefensos”.
[1] En “Vivir y
Morir con dignidad. Temas fundamentales de bioética en una sociedad plural”.
EUNSA. Ansoain, 2002. P. 34.